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EL SACERDOTE Y EL RABINO

Una pequeña historia vista en una película.
Un sacerdote y un rabino fueron a ver una pelea de box. En eso uno de los boxeadores se persignó antes de entrar al ring. 
Entonces el rabino le preguntó a su amigo el sacerdote para qué sirve tal gesto.
"Para nada, si no sabe pelear".- Contestó el Sacerdote.
Le cuento esto porque en la vida real es igual: De nada le servirá persignarse si no quiere esforzarse, si no conoce su trabajo, si no se prepara.

Persignarse y esperar que Dios trabaje por nosotros, no produce riqueza, sino más bien mediocridad.

Encomendarse al todopoderoso y no hacer nada por nosotros mismos, es un acto suicida.
El señor no avala a los ociosos. No importa su cansancio, ni sus deudas, nadie puede triunfar por usted. 

Señores, cruzarse de brazos para luego decir “Dios sabe porque hace las cosas”, es un gesto conformista.

En el mundo de los negocios no ocurren milagros sin fundamento. Si usted quiere triunfar, usted tiene que poner de su parte… usted tiene que ser una persona de acción. 

Hay una máxima que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Un amigo siempre repite: "Trabaje como si todo dependiera de usted y ore como si todo dependiera de Dios"

Hace un tiempo atrás escribí algo que hoy quiero reiterarle: “Dios no firma cheques, no da dinero, pero da CEREBRO…ya de usted depende si lo usa o no”.

Así que se lo repito: si no sabemos hacer dinero, de nada sirve persignarse.

Y para concluir, le voy a recordar lo que decía San Ignacio de Loyola: tenemos que “avanzar con Dios en el corazón, el conocimiento en la cabeza, las manos en la acción y un pie en la misión”. Y sus contemporáneos agregaron:
"Dios te puede levantar de los fracasos, pero no de las excusas."

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